viernes, 28 de enero de 2011

Fringe, sin límites

Somos muchos los que cuando Lost finalizó nos sentimos un poco huérfanos, ya que echábamos de menos nuestra dosis semanal de ralladas y teorías. Pero en ningún modo buscaba una serie clon, quería algo diferente, pero que me enganchara y me hiciera pensar y a la vez pasar un buen rato. En el verano del 2010 hice un pequeño repaso de las series del momento y me llamó la atención una de la que decían que había conseguido crear su propio universo, su propia mitología, y que además era del mismo creador de Lost, J.J. Abrams. Esa serie era Fringe.

El piloto de la serie me pareció excepcional, más cercano a una película de tipo thriller que a una serie. Eso me entusiasmó y continué el visionado de la primera temporada. Tengo que reconocer que los episodios siguientes no acababan de engancharme, seguía demasiado el prototipo de serie “procedimental” y dependía en exceso del caso expuesto para que el capítulo me gustara más o menos. En aquel momento la hubiera dejado sin más, pero no dejaba de oír que la sería se transformaba al final de la temporada y que luego sólo hacía que mejorar. Así que la continué. A falta de una trama que me acabara de enganchar de verdad, le empecé a coger cariño al “científico loco” Walter Bishop y se convirtió en un motivo más para verla. Pero llegó un día en que empecé a vislumbrar lo grande que podría llegar a ser Fringe si se lo proponía. Ese momento fue cuando vi los últimos minutos de la primera temporada. Si la irrupción de los universos paralelos no era suficiente, lo que me entusiasmó de verdad fue el método con el que nos lo hicieron saber. Me pareció un recurso brillante y valiente por parte de los guionistas que me dejó absolutamente KO. A sus pies por el atrevimiento, sí señor.

A partir de ahí mi interés fue creciendo a la misma velocidad con la que la serie iba dejando de lado su lado más procedimental para entrar de lleno en una trama compleja que acababa impregnando la mayoría de casos... y de personajes protagonistas. De repente nada era casual y todos los personajes se volvieron imprescindibles. Empezó siendo Olivia especial, pero pronto se pudo empezar a ver que Walter y, especialmente Peter, tenían un papel más que clave en la historia. Y ahí llegó el momento “enganche”. A partir del capítulo “Peter” la serie empezó a crecer y crecer... y lo mejor de todo es que hasta la fecha, no ha parado de hacerlo. Especial mención para el capítulo “White Tulipe”, al que considero, salvando las distancias, “La constante” de Fringe. Un capítulo en el que quizás la trama no avanza demasiado, pero que me pareció de una gran belleza y emotividad, en especial en lo que a Walter se refería.

El final de la segunda temporada no fue tan impactante como el de la primera, pero el “shock del qué pasará” era mucho más fuerte que entonces. Y... si hasta ahora he intentado no tocar a fondo las tramas por si leía alguien que no la seguía, recomiendo que éstos dejen de leer porque necesito explicar algunas de ellas y meteré, por tanto, algunos spoilers... sólo les diré una cosa más: dadle la oportunidad y no os arrepentiréis, en estos momentos la tercera temporada sólo merece un calificativo: espectacular. No sé hasta dónde puede llegar, sólo sé que ya no tiene límites. (Si queréis, podéis seguir leyendo en el último párrafo, ya nuevamente libre de molestos spoilers)


Como iba diciendo... Ver a Olivia encerrada en el universo paralelo, ante un Walter Bishop que mucho dista del “nuestro”... y saber que la que había vuelto a nuestro universo era la otra Olivia, a la que denominaré a partir de ahora “Zorrivia”... ¡cuánto dista esta trama de la primera temporada! La ciencia-ficción (de la buena!) ha explotado en la serie. La tercera temporada ha mezclando la acción de los dos universos, con sus Olivias intercambiadas, con cabeceras que cambiaban de color según el universo (como me gusta este detalle), con un Peter saliendo con la Olivia equivocada (¡rabia, rabia!), con esos pequeños detalles que marcan la diferencia entre universos (las Torres Gemelas en pie, un Kennedy que sigue vivo, un edificio de Gaudí en pleno NY, el musical de “Dogs” en vez de “Cats”, zeppelines por doquier...). A la misma vez ésto ha venido de la mano de la multiplicación por dos de la mayoría de personajes, los cuales aún parecer iguales, están llenos de matices que los diferencian. En este aspecto han dado la talla especialmente el actor que interpreta a Walter Bishop (John Noble simplemente se sale, ¿para cuando una nominación a los Emmy?) y Anna Torv, quien interpreta a Olivia, que particularmente me encantó en el capítulo en el que una vez vuelve a su universo, se derrumba al ver como “Zorrivia” le ha usurpado su vida. Ese momento es uno de los que más me ha impactado... y es que no me puedo imaginar lo duro que debe ser que alguien haya estado viviendo tu vida: habitando tu casa, poniéndose tu ropa... y teniendo la relación amorosa que tu apenas habías podido iniciar. Y es que a estas alturas los dramas personales de los protagonistas están sumamente ligados a la trama principal de la serie y eso no hace más que enriquecerla, ya que si un episodio parece en un principio ser un procedimental más, los personajes siguen creciendo y mientras lo hacen, de rebote lo hará la trama central. En el último capítulo que he visto los Observers -esos seres de los que aún nos tienen mucho que explicar- han puesto una prueba a Walter: ¿será capaz de sacrificar a su hijo, ese por el que empezó “todo” por no dejarlo morir? Me temo que no tardaremos en descubrirlo...

Me gusta que las series consigan enlazar con maestría la trama principal con los conflictos personales, ya que creo que es la única manera de sentir empatía por ella, de engancharse. Por eso me gustaba Lost, por sus personajes, aunque fueran sus misterios los que aparentemente me enganchaban. Y en el caso de Fringe, tres cuartos de lo mismo. La serie, aún teniendo igualmente la misma trama de “guerra de universos”, no sería lo mismo sin los dramas del trío protagonista: Olivia, Walter y Peter.

Fringe no ha desbancado, ni creo que lo haga, a Lost, que sigue presidiendo orgullosa mi podium particular de series en la categoría drama, ya que para mi siempre será la serie más completa (en muchísimos términos) y adictiva. Pero Fringe se está convirtiendo en algo muy grande y aunque mucha gente ni la conoce, acabará siendo una de las grandes. Lo presiento, lo sé.

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