domingo, 30 de mayo de 2010

The End: el mejor regalo de Navidad


Cojo aire, esbozo una sonrisa y suspiro. Me paso un pañuelo por las mejillas para secar un par de lágrimas que aún caen mientras pienso: “Sí, lo han vuelto a hacer”. Es la segunda vez que veo “The End” y he llorado como la primera vez, o quizás incluso más. Ahora lo he disfrutado con todas sus letras, posiblemente gracias a verlo más relajada, sin la tensión de unos subtítulos fallidos ni de escenas eliminadas sin ton si son. Me he sentado a ver el doble capítulo sabiendo el final y quizá por eso, todo parecía tener más sentido, y a la vez todo me hacía emocionarme el doble.


Cada “despertar” del personaje hacía aflorar recuerdos, los cuales no sólo provocaban un choque emocional entre sus protagonistas, si no también en nosotros, su público. Hemos revivido el parto de Claire, le inventada mantequilla de cacahuete de Charlie, el momentazo de Sawyer sujetando a Juliet en “The Incident”, la ecografía de Sun, la lluvia caer sobre un Locke feliz... Recordar estos momentos es estremecerse tanto como la primera vez que vimos esas imágenes y a nosotros también nos invaden los recuerdos de todo el tiempo que hemos pasado disfrutando de esta magnífica serie. Lo que me gusta de este final es que los personajes parecen despedirse de nosotros también, uno a uno. Me parece un capítulo tremendamente poético, que inevitablemente nos llega a lo más hondo. Y es que en el segundo visionado me he dado cuenta que prácticamente ni necesito una explicación del significado de esa “realidad alternativa”. Durante días me he aferrado a la posibilidad que los flashsideways fuesen una realidad no ubicada en el tiempo de entre tantas creadas por las opciones no escogidas por los protagonistas. Una vida sin isla les hace escoger otros caminos (o no) en la vida, pero esta realidad depende de la principal, la de la isla, por tanto cuando cada uno de ellos se da cuenta quienes son en realidad, su verdadera vida, y entienden que su tiempo ha pasado, deciden dar el último paso juntos.

Me he aferrado especialmente a esta idea porque me negaba a pensar que no fuera “real” esa realidad en la que los losties eran felices. Pero después del segundo visionado, las palabras de Christian Shepard han calado en mi y creo que no hay que darle más vueltas, porque no hay nada más bello que tener unos lazos tan fuertes con otras personas. Unos lazos que nacieron en la Isla y que los unió para siempre, y por eso decidieron tener un punto de encuentro –esa otra realidad- para así finalmente, y contradiciendo a la famosa frase de Jack, no morir solos. Y ser, de esta manera, y como dicen los cuentos, felices para siempre (no creo que sea casualidad que el capítulo del despertar de Desmond se titule “Happily ever afer”).

Lost es la historia de unas personas solas, de su vida y su muerte, de ciencia y fe, de filosofía y religión (muy variadas, por cierto), del amor, y de la redención... Este último punto es, personalmente, el que más me gusta de la serie. Y de ello también hemos tenido ración en esta finale, de los cuales destaco dos momentos que también me emocionaron y me hicieron sonreir a la vez. En el primero de ellos, Ben está sentado en un banco y observa con cierto aire triste y pensativo la Iglesia a la que no va entrar. Él aún no está preparado, y posiblemente cuando lo esté, ese paso lo haga junto a Alex, la persona más importante de su vida. Pero antes hay mucho que reparar, necesita redimirse, para poder irse en paz. Y ante la aparición de Locke, lo único que puede hacer es pedir perdón, disculpas que John acepta con una gran sonrisa, y que allanan el camino hacia su total redención. También es posible que Benjamin desee durante un tiempo más tener una vida normal, una vida sin las equivocaciones del pasado, una vida protegiendo a Alex y demostrándole cuánto la quiere. Porque en realidad su redención empezó en la Isla y allí fue dónde por primera vez, alguien le necesitó de verdad, no tuvo que usurparle a nadie el poder (como antes hiciera con Widmore), si no que le fue concedido por sus cualidades. Ben por fin obtuvo el reconocimiento que le fue negado, alguien lo valoró y ese alguien fue Hugo, el nuevo número uno de la Isla. A lo que Ben respondió aceptando su puesto como número dos “con honor”. Y de la unión de los que antes habían sido enemigos, surgió una nueva etapa en la Isla, con reglas quizás menos absurdas, una era mucho más próspera. Porque hay otro modo de gobernar la Isla, una forma mejor, y no me cabe duda que gracias a ellos dos, en la Isla reinó la paz y la tranquilidad que nunca antes había tenido. En los próximos meses tendremos en forma vídeo de 15 minutos un pellizquito de lo que debió ser esa era. Seguro que será genial.

Pero este último capítulo también tuvo su componente épico. Un Jack tremendamente lúcido idea un plan para acabar con el Humo Negro, aunque eso le cueste dejar la vida por la Isla de la que quiso huir una vez y a la que ahora ama como su más ferviente devoto. Jack cree que ese es su destino –otro de los grandes temas de la serie- y lo acata con heroísmo. Su lucha con “Locke” (ese personaje que mancilla el nombre de nuestro hombre de fe predilecto) al borde del acantilado mientras la Isla parece hundirse acompañados de una gran tormenta es una de las escenas más épicas de la historia de la serie y que difícilmente será olvidada por nosotros. Una lucha que acaba con el disparo de la bala que Kate tenía reservada a “Smokey”. Los eternos supervivientes Sawyer y Kate se van para poder llegar al avión que está a punto de despegar con Lapidus, Miles y Richard (sumándose también Claire –quién sabe si Desmond visionó en realidad un avión y no un helicóptero en la lejana temporada 3-). Jack, por su parte, se deja la vida por salvar la Isla, y ayudado por Hugo, su fiel amigo, y Ben, el hombre que se hundiría con la Isla si eso pasara, consigue volver a poner todo en su lugar. Jack finalmente muere en el lugar en el que su historia con la Isla empezó, acompañado de Vincent, el que le despertó en el Piloto. Pero lo hace con una sonrisa, ya sea porque vislumbra esa unión de todos en la otra realidad, o sólo porque ve pasar el Ajira, la cuál será la última imagen que Jack vea antes de cerrar su ojo, ojo que fue nuestra primera imagen de la serie... y que también será la última...

Circular, poético, místico, bello... y tremendamente interpretativo. Éste ha sido el final de Lost, un final enormemente discutido, con sus seguidores y detractores, marcado por esa dualidad de posicionamientos que ha marcado la propia serie. Un final muy Lost, que resumen absolutamente su esencia. Su mejor final.

Hace varias semanas leí que Carlton Cuse y Damon Lindelof decían en una entrevista que se sentían como si estuvieran preparando un gran regalo de Navidad, que lo estaban haciendo con mucho cariño y que ahora sólo les quedaba saber si gustaría o no. Para mi, no han podido dar más en el clavo. Ha sido un regalo perfecto. Gracias por darnos “Lost”.


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